martes, 8 de julio de 2014

Roma en estado puro, por Pedro Benedito Carrió

El motivo originario del viaje del que han tratado estas tres colaboraciones, partió del anuncio de la fecha para la Canonización de los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. No habiendo podido asistir en su momento al funeral del Gran Juan Pablo pese a haberlo intentado, y tampoco al del Papa Bueno  Juan XXIII por la insalvable diferencia temporal–básicamente porque aún no había nacido-, ésta era una ocasión propicia, dada su demostrada trascendencia histórica y profunda significación espiritual.
La excepcionalidad del acontecimiento, innegable por ejemplo en tanto que reunión espiritual de cuatro pontífices, se ha visto enmarcada por hábitos y costumbres presentes en cada nueva estancia en Roma, y así la pervivencia de la cotidiana visita matinal a la Capilla de la Madona del Riposo, anexa a la residencia San Juan de Ribera radicada en Via Aurelia, aún cuando como en este caso la elevada concurrencia impidió que contase con dicho alojamiento, lo que no es óbice para cultivar el trato familiar en la visita a estas religiosas Obreras de la Cruz, ya amigas.
Y tanto da que me refiera a las Eucaristías o a vigilias, rezos, cánticos…, e incluso en cosas más tangibles  como sus tumbas (fotografías 1 y 2), exposiciones (fotografía 3), documentales (fotografía 4), teatro y musicales (fotografía 5), cartelística (fotografías 6, 7 y 8), medios de comunicación (fotografías 9 y 10), la omnipresencia de los nuevos Santos ha sido total, centrando la vida de la comunidad espiritual allí reunida, y dejando una huella en cada cual que para mí resultará profunda e indeleble.
Como muestra de la sensibilidad colectiva a flor de piel una vivencia propia, convivencia más bien. En el ya de por si habitualmente abarrotado Metro de Roma, fui testigo y partícipe de cómo un sacerdote espontáneamente iniciaba un canto familiar, reconociendo en breves instantes “La barca” o “Pescador de hombres”, y sin solución de continuidad nos fuimos agregando prácticamente todos los presentes en un ambiente de comunión e intensa emoción, cada quien en su propio idioma, a partir del polaco en que se inició según supe posteriormente por las explicaciones de las que fueron mis vecinas de asiento hasta que llegamos a final de trayecto (fotografías 11, 12 y 13), parte del grupo de feligresas que acompañaban al sacerdote impulsor, procedentes de Sokólka, curiosamente con una feliz vinculación más, su Santuario dedicado al milagro eucarístico de una hostia consagrada con un hilo de sangre (fotografías 14 y 15). Cosas de la casualidad, como la coincidencia de volar a la ida y a la vuelta con Javier Taberner (fotografía 16), coordinador de la Adoración Eucarística Perpetua de Valencia, responsable por tanto de la que tanto anhelamos ver ya en funcionamiento en Alzira.
Sin duda la experiencia es intransferible, lo que no está reñido con tratar de compartirla mediante unas breves letras con quienes han dedicado un poco de su tiempo a leer estas líneas, merced al compromiso adquirido en su día con la amiga Ana Auñón. Sin embargo no deja de ser también experiencia colectiva, pero que marca individualmente, y en mi caso seguro que influida por haber tenido lugar en las postrimerías de mi formación previa a la incorporación a la familia franciscana, desde su rama seglar en la que en lo sucesivo quedo comprometido desde hace pocas fechas a seguir el carisma del seráfico padre haciendo del día a día un testimonio evangélico. Paz y bien.
Fotografía 1. Tumba de San Juan Pablo II

Fotografía 2. Tumba de San Juan XXIII

Fotografía 3.

Fotografía 4.

Fotografía 5.

Fotografía 6.

Fotografía 7.

Fotografía 8.

Fotografía 9.

Fotografía 10.

Fotografía 11.

Fotografía 12.

Fotografía 13.

Fotografía 14. Santuario de Sokólka

Fotografía 15. Santuario de Sokólka

Fotografía 16.

OFS

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Ana Auñón Gestor Cultural y Critico de Arte