Para continuar relatando lo que supone para un servidor la pasada estancia en Roma, no puede quedar de lado una sucinta narración sobre aquello en lo que ésta coincide con cada una de las anteriores, y son los aspectos que reúne de atractivo turístico y cultural.
Desde lo puramente artístico, como museos, iglesias, restos arqueológicos…, a lo estiloso, léase ropa, peinados, shoping incluido…, y por supuesto lo gastronómico, aunque la dieta que sigo me haya limitado no solo las calorías a consumir, sino también el deleite de platos y lugares que gustaba de frecuentar; lo mismo, en los mismos lugares, pero con otra percepción por mi parte.
De las magníficas muestras artísticas que ofrece Roma al visitante, no se cansa éste, a la vez historiador, museólogo, creyente…, de revisitar los vestigios de la Edad de Oro de la Caput Mundi (fotografías de la Columna Trajana [1], y los Foros [2]), sus ineludibles museos (fotografías de los Museos Vaticanos [3] y el Napoleónico [4]), templos donde uno además de orar y elevarse interiormente, puede deslumbrarse por los tesoros artísticos reunidos (fotografías de los mausoleos de los Jesuítas San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier en el Gesu [5], y del Moisés de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli concebido originalmente para la tumba de Julio II [6]), las propias construcciones (fotografías de las basílicas de Santa María la Mayor [7], San Juan de Letrán [8] y San Pedro en el Vaticano –con el genio de Bernini, tanto da su interior con el baldaquino [9], como su plaza exterior [10]-), deleitarse durante el deambular por sus espacios urbanos (fotografías de la Inmaculada frente a Santa María [11], la plaza Navona [12], el castillo Sant Ángelo [13], y la Fontana de Trevi [14]), o aquellos que reúnen a la vez todo ello (fotografía del Panteón [15], de época de Agripa y actualmente templo dedicado al culto católico, imposible de clasificar en una única categoría de las que nos ocupan).
Y a todo ello, ya verdaderos iconos y clichés de la Roma eterna, sumar además que en cada nueva ocasión gusto añadir una nueva pieza, como quien sale de cacería, no por la necesidad de aportar comida al hogar, si tan siquiera por el deseo de obtener un nuevo trofeo que colgar, sino más bien por el deleite de la captura que en este caso significa la impresión cognitiva de aquello que nos era desconocido: este año ha sido la magnífica exposición Verbum Domini II: inconmensurable por la amplitud cronológica, por la calidad de las piezas, y por el gusto y exquisitez de la presentación de la muestra, y el profundo sentimiento de espiritualidad; hubiera sido necesario disponer de todo el tiempo del viaje, para apreciar en su justa medida tal acerbo reunido (fotografías Verbum 1 [16], 2 [17] y 3 [18]).
De lo de la dieta, el éxito ha sido poder volver sin haber aumentado un solo gramo de peso; compensa cualquier renuncia y haber resistido a la tentación culinaria, que se presentaba a cada paso y en todo momento; que si, que ya se que por salirse un poco no importa, pero dejarse llevar no se limita al placer de la ingesta, sino que las secuelas duran y perduran en forma de sobrepeso, y soy persona de calentarse mucho la testa con los post-remordimientos. Así que puedo decir orgulloso, que he sucumbido lo justo. E incluso he sido capaz de resistirme al “pornfood”, término que no alude a comida al desnudo, sino a la muestra obscena de comida, compartiendo en la redes sociales de forma indiscriminada lo que hemos cocinado, nos vamos a zampar, o simplemente nos ha llamado la atención y es objetivo de nuestra lente; y si, la verdad, me doy cuenta de que me gusta mostrar muchos de los aspectos de la vida cotidiana, pero especialmente si estoy disfrutando de compañía y/o situaciones fuera de lo usual, si bien tras la clase de Quique Mateu donde nos explicó este concepto, en Social Media Strategist en Turismo, me he dado cuenta de que incontables de mis capturas fotográficas coinciden ante una buena mesa, en cualquier situación, lugar o compañía; seguramente será necesario hacérmelo mirar.
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